SORORIDAD MÁS QUE SOLIDARIDAD ENTRE MUJERES
En el contexto de la sociedad actual, las mujeres podemos identificar que vivimos una competencia constante con los hombres para poder alcanzar la igualdad, pero esas reglas pertenecen a la cultura patriarcal, por ende, esa dinámica de competencia la hemos asumido, como propia, para competir con otras mujeres y dejar atrás a aquellas que “carezcan” de fortalezas; incluso, mujeres que detentan algún tipo de poder, asumen conductas desde el machismo, porque esa es su formación cultural, sin embargo, la participación ciudadana y política nos exigen reconstruir nuestros saberes.
La hermandad ha sido un estilo de vida de los hombres durante milenios, la fraternidad ha impulsado revoluciones políticas, guerras, avalado sistemas autoritarios para explotar a hombres y mujeres, desde la comodidad del poder.
Miguel de Unamuno, se pregunta en su novela Tía Tula (1921), porqué, si existe “fraternal” y “fraternidad” (de frater, hermano) no existiera “sororal” y “sororidad”, recuerda Laura de Grado en su ensayo Sororidad, la alianza entre mujeres que lo cambia todo.

De acuerdo al Diccionario Etimológico, sororidad se forma con la palabra latina soror, oris, que significa hermana, hermana, compañera, amante, hermana de una cofradía, más el sufijo de cualidad -tat / itat, en español -dad / idad, como en las palabras humildad, morbilidad, agilidad, brutalidad, donde se ubica la cualidad de ser humilde, mórbido, ágil y bruto. Entonces, sororidad es “la cualidad o condición (-idad) de pertenecer a una hermandad (soror) entre mujeres”.
Apenas, en el 2018, la Real Academia de la Lengua Española, incluye la palabra sororidad en su diccionario de la siguiente manera: Del inglés sorority, este del latín medieval, sororitas, -atis “congregación de monjas” y éste deriva del latín soror, -oris “hermana carnal”.
Para la RAE sororidad es amistad o afecto entre mujeres; relación de solidaridad entre las mujeres, especialmente en la lucha por su empoderamiento. En los Estados Unidos de América, asociación estudiantil femenina que habitualmente cuenta con una residencia especial.

La agencia británica de noticias BBC, alude a la Fundación del Español Urgente, la cual explica que el origen del término sigue el mismo patrón lingüístico que fraternidad, pero en vez de la raíz latina frater (hermano), usa la voz soror (hermana), “que es la misma que se usa para referirse a las mujeres que pertenecen a una comunidad religiosa, como sor Juana, por ejemplo”.
Marcela Lagarde y de los Ríos, académica mexicana y activista por los derechos de las mujeres, sostiene en su trabajo Pacto entre Mujeres Sororidad, que la sororidad “emerge como alternativa a la política que impide a las mujeres la identificación positiva de género, el reconocimiento, la agregación en sintonía y la alianza”. Es ella quien introduce el término al debate feminista latinoamericano, luego de retomarlo de las connotaciones estadounidenses y francesas.
Cuántas madres han sido figuras fundantes, transmisoras de nuestra lengua y con ella de los cimientos de nuestra visión del mundo, y coautoras de nuestra identidad. Cuántas han sido sostén de sus hijas a lo largo de la vida. Qué mujer no ha tenido el apoyo cómplice o lo ha dado a alguna hermana, tía y prima, suegra y cuñada o madre. Desde el entendimiento o el conflicto las parientas se han apoyado en el día a día, refiere Lagarde al hablar de la sororidad, como un pacto entre mujeres.

Qué decir de las abuelas y las nietas en mágicos encuentros generacionales y de las hijas que en las vueltas de la vida acaban siendo madres de sus madres. Y las amigas, las compañeras y las colegas que acompañan a otras en riesgo por infinidad de cosas. Las mujeres que nos han curado y cuidado, las que nos han enseñado el mundo, con íntima cercanía por encima de los tabúes y normas sociales. Qué habría sido de las mujeres en el patriarcado sin el entramado de mujeres alrededor, a un lado, atrás de una, adelante, guiando el camino, aguantando juntas”.
¿Qué sería de nosotras sin nuestras amigas? ¿Qué sería de las mujeres sin el amor de las mujeres?, cuestiona Lagarde desde su mirada de investigadora, cómplice, de veedora del compromiso mutuo de las compañeras del entorno, de esos escenarios transgeneracionales en los que las abuelas dirigen, cobijan, aconsejan, te soban el vientre, el corazón, cuando vas en busca de alivio.
Desde las comunidades indígenas de México nuestras abuelas, madres, tías, hermanas se hacen cargo de mantenernos unidas, protegidas, amadas. Cuando emigramos, son quienes nos llenan la maleta de identidad, amor propio y se responsabilizan de que el calor perdure para cuando queramos o podamos volver, su rescoldo esté vivo y nos caliente el alma.

De la taza de té amargo, del caldo de pollo, de nuestro guisado preferido para reconstruirnos, muchas mujeres, en este, país han pasado al reencuentro, a coincidir en objetivos comunes, como buscar con sus propias uñas a las hijas o hijos desaparecidos, al hermano, a la pareja, al sobrino, porque el dolor de esas búsquedas nos identifica, nos lleva al reconocimiento de que estamos hechas de la misma materia, de la misma energía.
Ya pasaron los tiempos que las mujeres se unían a los movimientos campesinos, sociales, políticos, estudiantiles, o a la militancia partidista para conformar las bases para que los hombres se vieran acompañados y se sintieran fuertes, ahora, las mujeres nos reconocemos entre sí, actuamos por nuestra cuenta y conocemos el riesgo que implica retar a las fraternidades, a las hermandades de hombres que se niegan a compartir los espacios de poder.
Estamos unidas y somos empáticas con aquellas que lloran y exigen justicia por el feminicidio o desaparición de sus hijas, hermanas o madres. Como mujeres sabemos qué se siente enterrar a un hijo, esperar que regrese ese ser querido desaparecido, los ojos se nos secan de llorar y ver la puerta, el camino, por donde se fue. Nos cansamos de ello y vamos a buscarlo, incluso, cuando nuestras únicas herramientas sean nuestras uñas, nuestra voz, nuestro dolor, el cual nos da fuerzas para caminar por los senderos brumosos de la justicia mexicana.
La sororidad también es despejar el camino para que avancemos juntas, quitar las piedras para que avancen unas, quienes después estarán preparadas y abrirle los espacios a las que siguen en la participación ciudadana y político-partidista.
Las condiciones sociales, políticas, educativas y económicas del país, nos presentan retos que se deben ir venciendo por etapas, pero para ello debemos eliminar nuestros saberes y acciones que hemos construido desde la herencia patriarcal, identificar esos saberes nos permitirá el dialogo entre fraternidad y sororidad, pero desde la misma plataforma social, de lo contrario, solo estaremos reproduciendo estereotipos.

Melisa Pineda, oficial de Programas de Oxfam México, en enero de 2019, publicó en la página web de esa organización internacional, el texto Propósitos de Año Nuevo: 10 pasos hacia la sororidad.
Aquí estos pasos que menciona Pineda, paremos de juzgar nuestra apariencia física y la de las demás; tengamos siempre presente que las decisiones sobre nuestro cuerpo son solo nuestras, evitemos juicios sobre quienes han decidido o no tener hijos; respetemos las formas en las que las demás eligen vivir su sexualidad, omitamos calificar y/o cuestionar estas elecciones.
Además, nunca justifiquemos el acoso o la violencia hacia otras mujeres, ni dudemos de sus testimonios, prohibido decir "ella se lo buscó"; evitemos reproducir ideas y juicios sobre nosotras, como que somos débiles, dramáticas, histéricas; seamos amables y generosas con las demás, seamos esa persona que nuestras amigas llamarían sin importar el problema que tuvieran.
Cuando una mujer nos quiera hablar mal de otra, expliquémosle el grave error que está cometiendo al dejar de ser una aliada, cuando conversemos con nuestras amigas incluyamos temas de autocuidado; generemos una red de seguridad con nuestras amigas, mantengámonos en comunicación, estemos al pendiente de nuestras ubicaciones y tengamos planes de contingencia; sumemos a todas las amigas que podamos. Hasta aquí los pasos de Melisa Pineda. La solidaridad no basta, seamos hermanas.
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